Millonarios en tiempo


Replegarse, recogerse, encerrarse en la propia intimidad es necesario, pero como se ha demostrado estos días, no siempre es fácil. Obligarse a estar con uno mismo implica mirarse, reflexionar, traer al momento presente aspectos que tratamos de adormecer bajo el intenso y cansino ritmo de la monotonía.
COVID19 nos impuso, radical, esa tarea: horas y horas enganchados al lento discurrir de las agujas del reloj sin otro propósito que descontarle minutos al día ¿Pero no habrá representado una oportunidad única? ¿Cuántas veces tiene el ser humano la posibilidad de parar y tomar a manos llenas el tiempo pudiendo emplearlo con plena autonomía? ¿Cuántas circunstancias se van a dar en nuestra historia personal en las que seamos millonarios en tiempo? ¿Cuántas ocasiones vamos a tener de poder encontrarnos con nosotros mismos y reflexionar con detenimiento acerca de quién soy y dónde estoy?
El confinamiento ha demostrado lo difícil que es estar con uno mismo. Desnudo. Sin más distracciones que el yo físico, el intelectual y el emocional. Pero, al mismo tiempo, se ha revelado como una oportunidad para replantearnos modos y estilos de vida: ¿tal vez no necesitamos tantas cosas para vivir? ¿Es posible que cuidar la relación con nuestros padres sea más importante de lo que pensábamos? ¿Estábamos viviendo demasiado deprisa? ¿Me estaba dejando arrastrar por hábitos de vida poco saludables? ¿Me he reencontrado con el placer de practicar ejercicio? ¿Ahora que tengo tiempo para cocinar he descubierto el placer de preparar deliciosos postres caseros para disfrutar en familia? ¿Siento que el calor humano es insustituible? ¿De repente me he dado cuenta que me gustaría sacar más tiempo para leer? ¿He descubierto rincones inexplorados en mi barrio, mi pueblo o municipio? ¿He podido disfrutar más de la familia y quiero seguir haciéndolo? ¿Me he dado cuenta de las posibilidades de mi hogar? ¿Lo he disfrutado más que nunca puesto que hasta ahora era para mí solo un lugar al que regresar después del trabajo? ¿He despertado nuevas aficiones: cultivar un pequeño huerto, plantar flores en mi terraza o jardín? ¿He conocido, desde la atalaya de mi balcón, a ese  vecino que ahora he incluido dentro de mi círculo de confianza?...
Preguntas, todas ellas con respuestas que pueden cambiar nuestras vidas. No solo pueden sino que deben. 
Mucho se ha insistido en que COVID19 marcará un antes y un después. Se machaca con esa hiriente frase de: "nada volverá a ser igual". Personalmente, anhelo esa parcela de "antigua normalidad" en la que no daba miedo salir a la calle, o acercarse tanto como fuera necesario, abrazar, abrazar mucho, reunirnos, celebrar. Claro que nos recuperaremos y claro que avanzaremos hacia una nueva normalidad en la que habremos aprendido muchas cosas: la importancia de la familia; de tener un hogar confortable; de dedicar más tiempo a actividades que nos hacen sentir bien: deporte, lectura, meditación, jardinería, cocina, cada uno la que le ayude a encontrarse consigo mismo; los beneficios de integrarnos en la naturaleza o rescatar la vida de nuestros pueblos; en definitiva, una nueva realidad en la que desemboquemos fortalecidos.
Así lo siento y así lo quiero.


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