A apañar castañas

Hace cuatro años redescubrí el placer de apañar castañas. De niña, lo hacía en la finca de mis abuelos. En ella convivían perales, manzanos, ciruelos, higueras, brevales y melocotoneros, con un par de parras, un limonero y un naranjo; antiguos testigos de un modo de supervivencia -el de mi bisabuela- que vendía la fruta para ganarse la vida.

Entonces, me parecía lo más normal del mundo, madrugar y con los pies descalzos, avanzar sobre el rocío y arrancar del árbol una ciruela. Lo mismo me sucedía con las castañas. Recorríamos los escasos quinientos metros que separaban la casa familiar de dos hermosos ejemplares de castaño y, abriendo los erizos con cuidado, extraíamos el fruto que me comía en el acto.

El tiempo tiene la virtud de mantener frescos en la memoria los recuerdos y, a la vez, asombrarnos de la distancia que pone por medio. Sin saber cómo, lo cotidiano se ha convertido, para mí, en excepcional y, en esta época, espero con ilusión infantil que caigan los primeros erizos. Pues bien, ya lo han hecho.



Cantabria tiene numerosos castañares. Cada recolector elige el suyo. Entrado octubre hay que comenzar a mirar el calendario. Es importante acertar con la fecha. Ni antes - los erizos aún penden de la rama esperando un viento que los desprenda- ni después, cuando hayan sido esquilmados. El fruto suele estar listo hacia mediados-finales de mes.


Disfruto haciendo cábalas. Conjeturando si ha llovido mucho o poco, si ha hecho sol y si habrá o no abundancia. Una buena recolecta asegurará un mes de exquisita sobremesa.

Este fin de semana me he encontrado a un paisano de Coo. Es temprano, pero llevaba una buena bolsada. Por supuesto, no me dijo dónde las había cogido. Tan sólo, un vago: "Ahí al lado, en el monte". Y por supuesto, renuncié a interrogarle más.  Es esa picardía rural que me hace sonreír y por la que ningún lugareño le desvelará a un forastero dónde están las mejores castañas.

El bosque está listo, es cuestión de visitarlo. En esta fecha se encuentra generoso como en ninguna otra. La temperatura le es propicia. Los vientos y la luz, también. Así que si vais a verlo y aún no encontráis castañas, de fijo, no os decepcionará. Os dejo un puñado de fotos con las que a mi me ha seducido. Pero yo, como el muchacho de Coo, me guardo celosa el secreto: dónde voy a ir a apañar este modesto manjar.
 





 
 



Comentarios

  1. Delicioso texto. Solo te falta ponerte en un esquina de Santander con una máquina de tren a venderlas calentitas... y que nos lo cuentes

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  2. Venderlas no creo que las venda, pero regalarlas, si las quieres, por supuesto. Muchas gracias por leerme y por tu apoyo.

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