Apología del desnudo en las campanadas: Habemus Pedroche

No hay nada más natural que el desnudo. Así vinimos al mundo. Así nos mostramos hasta que perdemos la inocencia. Un análisis anatómico nos definiría jerarquizándonos en aparatos, sistemas, órganos, tejidos, células y moléculas. El resto -los juicios y prejuicios- se encargan de añadirlos nuestras costumbres y creencias.

Anoche retrocedí en el tiempo treinta años. La fortuna de estar enferma en Nochevieja es que te conviertes en espectadora; el show pasa por delante sin despeinarte. No hay borrachera de sentidos, ni vorágine que te arrastre. Vives una de esas 'otras nocheviejas' que se celebran; porque hay muchas: la de los médicos de guardia, la de quienes la pasan en el hospital, la de quienes están fuera de casa, la de quienes -sencillamente- no la quieren celebrar. Y entre esas, la tuya: la de quienes cogen la gripe y reciben el año nuevo en la cama, con un atracón de especiales televisivos. Fue entonces, cuando tuve mi déjà vu.

La Uno, la Tres, la Cinco... Suma y sigue. "¿Será posible que hasta hoy no me haya dado cuenta?"- pienso- . Las cadenas repiten el mismo formato televisivo que TVE emite desde el año 1964. -"Claro -me explico a mí misma- otros años la tele es sólo un runrún que nos acompaña hasta que llegan las uvas". Me arreglo la almohada, atrapo el mando a distancia, y veo lo que veía cuando tenía diez años; una suerte de totum revolutum compuesto por: canciones variadas y variopintas, señoritas presentadoras con replicante masculino, guiones toscos de dudosa gracia, todo ello, aderezado con un sentido del humor más o menos logrado en cada caso y confeti, mucho confeti. Pero, atención, este año, por segunda vez, 'Habemus Pedroche', y amenaza con convertirse en tradición.

Zapeo y la veo con su vestido -medio rejilla, medio crochet- que a Pronovias, al parecer, le ha llevado 340 horas. Me pregunto qué diferencia hay entre el vestido de la de Vallecas y la teta que se le salió a Sabrina en el año 1987. Para mi decepción: ninguna. Qué poco han cambiado las cosas. La misma estrategia: la mujer como florero. Idéntica sociedad: que se escandaliza ante el caca, culo, pedo, pis.


Anoche, las redes sociales ardían: comentarios de mal gusto, juicios de valor, críticas estéticas e, incluso, defensas quijotescas; que ya se sabe que la libertad se escribe en letras de oro y cada cual la usa y maltrata a su antojo. Anoche, Cristina Pedroche, a nadie le quepa duda, hizo uso de la suya y se convirtió, un año más, en estrategia televisiva para robar espectadores al resto de cadenas. Algo, que nada tiene que ver con la naturalidad de la desnudez, sino más bien con la mirada torva que insistimos en poner sobre ella. Es algo tan pueril y tan ridículo que me sonrojo tan sólo de pensarlo: las televisiones son capaces de ganar audiencia mostrando un cuerpo femenino a través de un vestido semitransparente o, en su defecto, a tres en bragas y a un cuarto en calzoncillo.


Quién sabe, igual es cierto que somos más civilizados que las tribus más aisladas del Amazonas. Sin embargo, me pregunto qué pensarían ellos si vieran nuestra actitud ante la desnudez. Creo, sinceramente, que tenemos que hacérnoslo mirar.


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