"Prohibido cantar villancicos en la fiesta de Navidad". Firmado: el Director.

Bip, bip, bip. Las tres. Suelta la cartera sobre la mesa del comedor, justo al lado se deja caer ella misma, sobre el viejo sofácama. El piso es modesto, 50 metros cuadrados de esos que dicen los políticos que son suficientes para una pareja sin hijos. Muebles de Ikea unos, heredados otros; componen un peculiar bodegón de viejos y nuevos amigos. María fija su mirada en su diploma de Magisterio, está al lado del árbol de Navidad -en esa casa todo está al lado de todo- y a través de él viaja al salón de actos del colegio. Por un momento se ve vestida de ángel, con aquella absurda peluca rizada de querubín. Pero se siente con el pecho henchido, a punto de estallar. Tiene ocho años y sus padres han ido a ver la función. Es el preludio de quince días de luces, villancicos, comidas y cenas familiares, de encuentros con los primos.
De repente, Odo la despierta. "Hola", perece decir con su rabo, "¿cómo ha ido el día?, insiste el cachorro. María suspira y saca de su gastada cartera de maestra la circular que le ha dado el director; se titula: "Instrucciones para la función de Navidad". Lee justo el punto que la trastorna: "Las actuaciones no tendrán motivo religioso debido al carácter público y laico del centro" y sigue "La función será el día 18, el 19 se celebrará la llegada de los Reyes".
Por más veces que lo relee, María no deja de salir de su asombro. "¿Una fiesta navideña en la que  llegan los Reyes Magos pero donde mis niños no pueden cantar villancicos?". De hecho, lo más cercano a la Navidad que pueden hacer sus alumnos, por respeto a la diversidad en el centro, es esperar regalos y bailar al ritmo de Ricky Martin el 'Un, dos, tres, María'.
Sin mucha gana, se levanta para sacar la lata de comida de Odo y, de paso, el taper con albóndigas de la nevera. Pasea la mirada por la humilde estancia y luego la vuelve a esas bolitas de carne que con tanto amor le ha cocinado su madre. Una chispa de emoción le transfigura el rosto; ya está, lo tengo. La familia es lo más hermoso de la Navidad: compartir, ser generoso... María va corriendo hasta su pequeña biblioteca. Tira apresurada unos cuantos libros hasta que encuentra el que desea: "Aquí estás: Christmas Carol". Enciende el portátil y escribe la versión de Charles Dickens más hermosa que puede imaginar para sus pequeños. No falta nada: la nieve, las compras navideñas -que tanto parecen agradar en el cole- el agrio empresario y el fantasma de la Navidad. Y compone una obra de teatro en la que la amistad, la familia y la generosidad se convierten en valores universales que cualquiera de sus alumnos -por encima de la religión que profesen- pueden integrar en su sistema de valores.
Esta historia podría ser un cuento, sino fuera porque es verdad.

Estos días ha llegado a mis oídos, por boca de María, lo que está pasando en su colegio. El centro celebra las fiestas navideñas, se toma los días de vacaciones preceptivos, incluso, dedica varias horas lectivas a un festival que de navideño sólo tiene el título y el hecho de que, como colofón, llegan los Reyes Magos. Por respeto a la diversidad y al laicismo, el director suprime los aspectos que menos le interesan de la Navidad. A cambio, los padres, les guste o no, se tragan tradiciones foráneas como, por ejemplo, 'Halloween' que, ya se sabe, no puede faltar en ningún colegio 'moderno' y 'bilingüe'.
Me pregunto si no se estará cayendo en el absurdo. Si algunos centros no estarán haciendo de su capa un sayo aplicando normas de dudosa lógica. Prohibir no es la solución, como tampoco lo es el adoctrinamiento. Sí lo es ofrecer información a los niños sobre las diferentes religiones, dar alternativas a quienes no desean celebrar la Navidad, vivir con naturalidad las costumbres y tradiciones, educar a los niños en el conocimiento de sus raíces. Porque sólo desde la formación es posible tomar decisiones fundamentadas y consecuentes.

Comentarios

  1. también tenía esa información y muy bueno tu escrito.. genial
    como dice el padre Ángel.. cuando alguien me dice.. Padre, yo soy ateo.. se me ponen los pelos de punta... ése cree más que yo
    porque están seguros de lo que es bueno. y la seguridad sin la verdad es triste
    enhorabuena... te seguiré leyendo.. ya estoy enganchada..

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  2. Muchas gracias por leerme y por tu comentario. Un abrazo.

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