La maravilla de ser uno mismo


Regresaba del colegio. Siempre a la misma hora. Las 17:30. El último tramo lo recorría sola. El monte se iba tragando, metro a metro, la carretera, hasta que, a la derecha, aparecía mi casa.  El edificio blanco, de dos plantas -reinante en un entorno al cincuenta por ciento, verde y azul-  es hoy refugio de mis más dulces recuerdos infantiles, pero entonces, era celda para las aspiraciones más elevadas.  

Regresaba del colegio y lamentaba amargamente lo que aquel paraíso índigo y esmeralda me estaba haciendo: cuánto por ver, cuánto por descubrir, cuánto por mostrarle al mundo.

30 años después regreso a casa, a otra, la de mi edad adulta. La he acicalado con colores de aquí y de allá; envuelto con las mejores sedas; perfumado y nutrido con mil conocimientos y experiencias. Y esta casa –sabia- sabedora de lo de antaño y de lo de hogaño, escoge aquella: entiende que en la esencia y en la inmensidad de las pequeñas cosas está el secreto.

La vida es, al fin, ser fiel a uno mismo y a los que te rodean, e incorporar durante el trayecto ilusiones, lugares, personas… Un SÍ grande y auténtico a la VIDA en el que el secreto está en las ESENCIAS.
 

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