Una sonrisa, una maleta y, en los últimos tiempos, unas zapatillas de deporte

Hoy os quiero hablar de la amistad, pero sobre todo, del valor inmenso e intangible de encontrarla.
 
La primera vez que la vi era una gran sonrisa pegada a una cara. Unos ojos negros chispeantes que hablaban por sí solos. Una pequeña italiana que reunía en sí misma todo lo desmedido y extraordinario del gentilicio: era y es, vital y con un fuerte carácter. Energía pura hasta la punta del cabello y curiosa hasta la saciedad como buena bióloga e investigadora.
 
La primera vez que la vi iba pegada a su maleta, lo mismo que la última y que ahora, que nos hemos vuelto a reencontrar. Su segundo nombre es 'Viaje'. Ese fue el rasgo que me terminó de enamorar. Porque... de los amigos, uno se enamora. Así que no esperéis de este texto más que una hagiografía hecha con mucho cariño ;) 
 
Simona llegó a casa -mi piso de estudiante- con su pequeña maletita que desbordaba ganas de aprender. Por las rendijas de la cremallera se escapaban miles de preguntas que -he de reconocer- al principio, me agotaban. Sin embargo, las preguntas -en poco tiempo, el justo que tardó en dominar el idioma- se transformaron en risas e intercambios. De eso hace ya, quince años.
 
Y ahora, les digo, a quienes no creen en el poder de la red que, precisamente, éste está en lo que tiene de humana. Han sido ellas, las redes sociales, quienes me han devuelto a Simona. Y el hecho es tan importante, que me he decidido a contarlo. Es decisivo encontrar personas especiales y, aún más, no dejarlas escapar. Son ellas, no ninguna otra cosa, las que dan luz a nuestra vida.
 
Italia, España, Suiza y, ahora, Australia -aunque, seguro, que algún país más-. Esos son los lugares que figuran en su pasaporte. Son los países en los que ha vivido. Es una trashumante. Una especie de esas que a muchos nos seduce tanto, pero que nunca tuvimos el valor de imitar. Y lo mejor de todo, es que lo hace dejando huella. Echando raíces que, cuando se marcha, siempre la llaman o la buscan o la animan a regresar. 
 
Simona es una sonrisa -grande y amplia, sincera-, una maleta -siempre abierta y con ruedas- y, ahora, también, unas zapatillas de deporte. La he redescubierto atleta que, curiosamente, es otra de mis aficiones. Así que este reencuentro, promete. 
 
Este es un homenaje a Simona, pero también a todos mis amigos y amigas de los que me siento tan orgullosa. Todos y todas tan especiales, tan valiosos. Todos y todas un ladrillito de los cimientos de mi vida. Ellos y ellas me hacen grande, porque ellos y ellas me enriquecen, me ayudan, me enseñan. Para mí, son los mejores amig@s del mundo. No los hay igual. Me siento afortunada.
 
Este post es una fiesta de bienvenida. Un welcome Simo. Un: ¿qué hay de nuevo? Porque la amistad, cuando es verdadera, no tiene fronteras espaciotemporales.
 
Aquí os dejo una foto de Simona. Así es como yo la veo: como una campeona. Espero que ella sepa perdonar que le ponga, en público, cara.
 
 
 
 
 
 
 
 

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