"Tiene usted unas máquinas buenísimas en su fábrica" "¡Cierto! ¿Las oyes? Pues igual todo el día. Paradas"

Este fin de semana he conocido a Andrés. Su vida es una historia cinematográfica, si se quiere, de libro, pero, indudablemente, es una fotografía implacable de nuestra España.
Andrés -vestido de buzo azul, con el pelo desaliñado y las uñas ennegrecidas por el trabajo manual- me pareció, al primer golpe de vista, un obrero. Sí, un obrero, con todas las connotaciones que el estereotipo quiera ponerle. Qué tristes son las apariencias y los prejuicios.
La cuestión es que Andrés, en tan sólo treinta segundos, pasó de la anodina postura de quién arregla una máquina a golpe de 'cachiporra' a un tipo 'genial' a quién merecía la pena conocer. Su conversación -rápida y aturullada de ideas que lanzaba a una velocidad pasmosa-, su chispa y la historia de su vida que hilaba a cada paso, me atraparon.
Andrés Fidalgo es un tipo de mediana edad, que como él mismo dice, tan sólo tiene la EGB; es un tipo al que un día le llevaron un currículum y el dispuesto candidato que lo llevó, le dijo: "tiene usted unas máquinas buenísimas", a lo que él contestó: "Sí. ¿Las oyes? Pues igual todo el día. Paradas".
Cuando llegué a la fábrica de Andrés, una nave industrial a las afueras de León, ni mucho menos me esperaba lo que encontré. Apenas hube enfrentado el coche a la puerta principal cuando observé un pórtico en el que se daban la mano el día y la noche; un cerramiento que semejaba un fondo marino; y una verja en la que había reflejados, en cuatro metros de alto, recortes de arte.
Andrés nos enseñó -a mí y a mis acompañantes- la máquina que íbamos a comprar. Al principio creí que era 'un obrero' no el jefe, pero todo cambió cuando pronuncié las palabras mágicas, la contraseña: "Me tiene impactada la verja".



Cuatro años había tardado el bueno de Andrés, ayudado por un amigo biólogo, en idear y parir la verja (de la que aquí sólo se muestran dos modestos rincones) la cual, entendía él injustamente, era obra de un 'loco', algo que pocos podrían apreciar.
A partir de ahí salieron a relucir los 33 obreros que llegó a tener su empresa, las obras de arte de reconocidos artistas que había puesto en pie; por lo general obras imponentes, de metros y metros de altitud. Con una mezcla encantadora de humor e ironía fue narrándome cómo esos artistas le hacían llegar pírricas maquetas y a partir de ahí le decían: me la haces de 20 metros. ¿20 metros? contestaba él. Sí, 20 ¿o mejor, 25? ¿Y los planos? ¿Qué planos, contestaba el artista? Con lo que Andrés -un modesto obrero con tan sólo la EGB- levantaba obras de arte que precisaban todo un estudio de ingeniería.
Un mapa mundi vuelto del revés que permite ver el mundo desde una nueva perspectiva, pequeñas maquetas y álbumes de fotos con proyectos de artistas puestos en pie nos hablan de su obra. Una nave llena de la última tecnología en la que resuenan los ecos del silencio nos cuenta el final de su historia. Dos cajas de metacrilato repletas de rodamientos nos anuncian su presente: Andrés, un hombre hecho a sí mismo, dotado de una inteligencia brillante y natural, que llegó a facturar millones de pesetas y a emplear a decenas de obreros, que trabajó codo a codo con artistas y creó sus propias obras para la ciudad de León, se ha reconvertido en instalador de tendales, casa por casa, y fabricante de rodamientos que garantiza por 25 años, sin duda, de la mejor calidad.
Las manos y la cabeza de Andrés son de lo más genial que he visto en mucho tiempo, sin embargo, la crisis y 'cómo funcionan las cosas en nuestra España' han hecho que se resigne a tener que ir tirando; a escuchar el silencio en su fábrica; a vender por las calles de Pamplona, en San Fermín, artísticos toros de acero que, por escuálidos, los más taurinos, no quieren comprar.


Así es hoy nuestra España, por mucho que nos duela: un Andrés Fidalgo que está de vuelta de la propia vuelta.





Comentarios

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  2. Una prueba más de que vivimos en una sociedad discrecional en la que prevalecen los contactos y amiguismos sobre la meritocracia y el talento.

    Como ya te dije, me encanta la forma en la que plasmas la vida de estos interesantes "protagonsitas anónimos".

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    1. Muchas gracias, Alejandro, por dedicar unos minutos de tu tiempo a leerme y por tus palabras tan amables. Un saludo.

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